
¿Que clase de sociedad queremos para vivir nuestro futuro?, y ¿que clase de sociedad para vivir nos depara el futuro?, ¿somos parte de la sociedad?, ¿somos artífices de la sociedad?, o ¿somos producto de la sociedad?.
Hablamos muchas veces de corrupción, de desinterés, de desapego, de insensibilidad, de destrato, de violencia, de pobreza, de dolor y de miseria.
Muchos dicen querer es poder, otros dicen querer es tener. ¿Tenemos lo que queremos o queremos lo que tenemos?
Como sociedad o como parte de ella, ¿donde nos ubicamos a la hora que querer o hacer una sociedad mejor?, ¿que parte de todo esto me compete?
Muchas preguntas para pocas respuestas. Pero por acción u omisión somos parte de este conglomerado humano. Entonces nuestras acciones u omisiones para con quienes nos rodean familiarmente, socialmente y culturalmente determinan en que sociedad vivimos.
Las sociedades tan amplias y plurales, se sustentan y basan en principios y valores individuales, son la suma de cada individuo que las conforman.
¿Hay sociedades mejores o peores, buenas o malas?, ¿cuál es la que quiero?
¿Una sociedad solidaria, comprometida con el bien común?, ¿una sociedad culta y proactiva?, o ¿una sociedad aferrada al amor, la verdad y las buenas costumbres?
La sociedad entre otras cosas es un conjunto de personas que se relacionan e interactúan en conjunto según determinadas reglas de un sistema organizado y civilizado.
Entonces es fundamental mi aporte desde la individualidad de mis principios y valores humanos. Nuestra conciencia del bien y del mal, será determinante para sumar a favor del otro, algo que al fin y al cabo redunda en beneficios que impactan mi vida también, si el que esta a mi lado esta bien, animado y con crecimiento en múltiples aspectos de su vida será una influencia positiva aún para mí. De allí la importancia de mi aporte para el bien común.
Pero, ¿estoy dispuesto a dar mas que a recibir?,
¿estoy dispuesto a tener un accionar que sume buena voluntad más que restarla?
Mateo 22:37-39
[37]Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
[38]Este es el primero y grande mandamiento.
[39]Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Resumiendo difícilmente podamos amar a otro si no nos amamos a nosotros mismos. Y amarse a uno mismo y no reparar en los demás es egoísmo. Amarse a uno mismo es prepararse para poder dar a los demás. Un proceso donde interviene también el amor infinito y la misericordia inmensa del que un día nos creó.
La sociedad somos todos nosotros, y de nosotros depende que sea buena y con futuro.
Que Dios bendiga a nuestra sociedad.